Justo en la puerta, debajo de un letrero que dice "La entrada para todos los visitantes", una enorme lengua de goma yace desplegada en el piso (impresas en ella están las marcas de muchos zapatos en todos los tamaños). Es un indicador inmediato del humor y el elemento humano en su interior. La ruta a la exposición pasa a través de un aviario tipo orofaringe donde dos pechos gigantes cuelgan en lugar de la úvula. El espacio es una especie de cavidad bucal oscura donde todo se dirige hacia ti de inmediato, todo mezclado. No es el desorden del desorden, sino más bien el caos de un loco. No era un mercado, sino un pandemónium, pantallas y monitores estruendosos, golpes y ruidos y risas grabadas, espejos deformados y agrietados, órganos anatómicos y muebles de tocador. Muchas cosas, quiero decir.(...)
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