martes, 18 de abril de 2017

SUPLICANTE TALLADO EN PIEDRA

Suplicante tallado en piedra

​Los suplicantes son esculturas de piedra con un tamaño promedio de 30 cm de alto, si bien hay algunos que superan los 60 cm. En la mayoría de los ejemplares la materia prima utilizada es una roca volcánica dura que adquiere buen pulimento. Se trata de la representación de un ser humano, de lo que no dejan duda las características anatómicas. El rasgo más característico es la manera en que se han tratado los brazos y las piernas, figuradas como dos arcos. En la mayoría de los ejemplares el rostro está vuelto hacia arriba, la boca y los ojos son cilindros protuberantes y la nariz es aguileña. Algunos pueden tener genitales masculinos y otros un gran vientre abultado como de embarazo. El nombre de “suplicantes” es arbitrario y fue creado por los arqueólogos para identificarlos (1).
La escultura en piedra fue uno de los recursos que desarrollaron las sociedades indígenas de América para expresar sus concepciones del mundo. Es sabido que la cultura olmeca en Mesoamérica y la Chavín en los Andes nos han legado un patrimonio de arte esculpido en piedra que hasta el día de hoy es motivo de admiración por su belleza y ejecución.
No debemos olvidar que los olmecas tallaron sus enormes cabezas de basalto con una tecnología sin metales. La evidencia muestra que en el proceso de la escultura lítica intervenían exclusivamente herramientas de piedra. Aun cuando el conjunto de operaciones no era complejo, se trataba de un trabajo que requería de la pericia particular de un especialista. En el caso de los suplicantes del Noroeste argentino, si bien impresionan por su delicada factura, no son ni más ni menos complejos que otras tallas en piedra de la América indígena.
Sin duda los suplicantes fueron piezas excepcionales e importantes en el contexto social de su época y que tuvieron un significado en el mundo simbólico de los Andes. En ese sentido, la denominada “campaña de extirpación de idolatrías” nos ha dejado testimonios sobre las prácticas religiosas andinas en el siglo XVII. Por ejemplo, hacia 1619 en el corregimiento de Cajatambo (actual Perú) “se buscaron y hallaron quatrocientos y sesenta y ocho cuerpos de indios baptizados que auian hurtado de la iglesia y lleuado a sus entierros que son unas cueuas o bovedas grandes debajo de la tierra donde los ponen sentados las rodillas con la voca y las manos en la mejilla” (2).
Las evidencias del ritual mortuorio andino son abundantes y claras: el cadáver, en cuclillas, tenía las manos sobre las mejillas y las piernas contra el pecho; iba vestido, cuando correspondía, con sus atributos.
A principios del siglo XVII las sociedades andinas veneraban distintos ídolos llamados huacas que tenían “sacerdotes” para su atención y cuidado. Existían huacas fijas vinculadas con la naturaleza, como el océano, los cerros, volcanes, lagos, astros y distintos fenómenos atmosféricos. Había huacas talladas como los monolitos (denominados huanca) que se clavaban en los campos de cultivo para su protección y otros que representaban a los fundadores de las aldeas, llamados marcayoc o marca oparac. Además, se ofrecían sacrificios y adoración a los mallquis, antepasados o “progenitores gentiles”, cuyos restos se conservaban en sepulcros.
El monolito de piedra –el huanca– era un objeto sagrado, representación de los fundadores de los linajes que se esculpían en piedra. La figura podía ser tanto humana como animal y se clavaba en el medio de los campos o a la entrada de los poblados. Cada pueblo tenía muchos huancas de los ancestros que colonizaron el territorio, fundaron la aldea y cultivaron la tierra: el huanca era la imagen permanente del héroe, garante de la paz y protector de la agricultura. Existía una relación estable entre el monolito (huanca) y el cadáver (mallqui), cuya perduración material debía asegurarse (3).
Teniendo en cuenta toda esta información podemos interpretar a los suplicantes como los dobles en piedra de los antepasados que dividieron el espacio natural, que marcaron el paisaje y, sobre todo, como la memoria en ese paisaje de la apropiación desigual de los recursos. Es muy probable que los suplicantes estuvieran vestidos con tejidos y joyas que marcaban su rango y que surgieran en momentos de profundas transformaciones sociales en el Noroeste argentino. Con el afianzamiento de la economía agrícola se desarrolló un paisaje social que reflejaba la domesticación de la naturaleza por el hombre, proceso que implicó, precisamente, la naturalización de las desigualdades sociales hasta volverlas hereditarias.José Antonio Pérez Gollán
www.bellasartes.gob.ar

2 comentarios:

  1. Los suplicantes, se atribuyen a la cultura Alamito(0 a 350). Se integra el espacio a la composición. Su imagen, remite a la escultura del artista británico Henry Moore, quien se inspiró en buena medida para su obra en esculturas similares de la cultura mexicana. Se caracterizan por sus formas curvilíneas de gran plasticidad. Los suplicantes, deben su nombre a la posición genuflexa en que están representados los personajes, con sus extremidades superiores rodeando o sosteniendo, la cara o la cabeza, con la cara mirando hacia arriba.

    El 23 de abril de 2012 CULTURA SANTAMARINA-DISCO DE BRONCE-PERÍODO TARDÍA (1200-1535)D.C. eN ESTE BLOG

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  2. S como "se define a la escultura como el matrimonio entre volumen y espacio, a través de desiertos, cielos y espacios cada vez más distantes, materiales y medios distintos y combinaciones infinitas". Julio González
    La escultura de la piedra o de la madera tallada y la plasticidad del objeto compuesto quedó difuminada hasta el piunto de llegar a poner en duda las definiciones.
    En realidad cuando Joseph Beuys definió la escultura como pensamiento situó el arte tridimensional en una esfera de reflexión intelectual íntimamente relacionada con el reino onírico.

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