miércoles, 25 de enero de 2017

ALFREDO GUTTERO, BUENOS AIRES (1882-1932)

Comentario sobreAnunciación

​Desde Parisina (1909, inv. 8821) a su Naturaleza muerta (faisán y frutas) (inv. 6654), obra póstuma, Alfredo Guttero está muy bien representado en el acervo del MNBA con un conjunto de trece obras. Su forma de ingreso varía desde las adquisiciones de la Comisión Nacional de Bellas Artes a las donaciones de José André, Jorge Larco, Miguel Lermon y Simón Scheimberg. Algunas, como Mujeres indolentes (1927, inv. 5611) o Cristo muerto (1931, inv. 1764), pueden ser señaladas entre las más importantes de su producción. ¿Por qué, entonces, elegir Anunciación?
La elección tiene su fundamento en varios puntos y cada uno de ellos es relevante por distintos motivos. Pintada en 1928, constituye –en términos formales– un punto de llegada para la consecución de esa composición plástica de la que hablaba Guttero, aquella que “une todos los elementos integrantes del cuadro en un plano geométrico que al darle asiento a esos elementos establece la solidez total de la obra y por este medio de construcción la lleva a su máxima expresión de belleza” (1). Y aun cuando su contenido religioso es importante –piénsese, además, que el artista eligió para sus presentaciones públicas de los últimos años obras de temática religiosa– este ocupa un segundo plano.
El paso dado puede ser comprendido al compararla con otra versión del año anterior, la Anunciación de la colección Galería Vermeer de Buenos Aires: ambas comparten la misma escena, el mismo punto de vista, la misma ambientación e, inclusive, casi las mismas medidas. En relación con este óleo, la Anunciación del MNBA exhibe una manifiesta reducción de la paleta, el empleo de formas geométricas puras, el trabajo por yuxtaposición de planos y la ausencia de todo elemento decorativo y aun anecdótico. Por otra parte, ella presenta por primera vez totalmente concretada la aplicación de la técnica del yeso cocido que Guttero ya había empleado en su Motivo campestre (1927) y en Mujeres indolentes. Sin embargo, aquí la técnica se pliega y al mismo tiempo subraya el concepto plástico que estructura la composición y alcanza su máxima expresión la concepción mural buscada por el artista desde años antes.
Sin lugar a dudas, Guttero otorgó especial valor a Anunciación que fue pintada ya teniendo en miras su segunda exposición individual en Amigos del Arte en 1929 y la eligió para integrar la serie de tarjetas postales ilustradas editada por la misma Asociación en 1930 (2). Fue, además, la obra elegida para participar en la First Baltimore Pan American Exhibition of Contemporary Paintings, integrando el envío argentino donde obtuvo el Premio Baltimore Museum. Además, ese mismo valor asignado quedó atestiguado hacia 1932 cuando el artista la donó al MNBA, aunque su ingreso solo se efectivizó después de su fallecimiento.
Para 1932 Guttero ocupaba un lugar central en el campo artístico argentino a partir de la “política de presencia” que él había implementado desde 1928. Pero también era, en términos “institucionales”, una figura conflictiva, principalmente en relación con el MNBA y con quien asumió en 1931 como su director, Atilio Chiappori. Y si en el fundamento del conflicto planteado entre las partes se encontraba, por un lado, la afirmación de una nueva modernidad plástica, tal como esta quedó definida en 1930, la estrategia grupal que Guttero implementó para sí y para el grupo de “artistas modernos” –integrado, entre otros, por Pettoruti, Xul Solar, Norah Borges, Figari, Victorica, Giambiagi, el Grupo de París– elevó al primer plano del debate artístico los fundamentos sobre los que a su juicio se sustentaba el arte moderno. Una modernidad plástica que al iniciarse la década de 1930 seguía siendo resistida por figuras como el mismo Chiappori o Pedro Zonza Briano. Oposición a la que se plegaba un amplio espectro de artistas: desde Italo Botti a José Martorell, incluyendo a Guillermo Facio Hebequer y, ahora en términos políticos, a Antonio Berni, antiguo compañero de los “modernos” en París.
Pero uno también puede pensar a Guttero apoyando el movimiento que, en el contexto de la revolución de 1930, buscó introducir cambios en la estructura del denominado “gobierno de las bellas artes”. Este movimiento encontró su primer blanco de críticas en la Comisión Nacional de Bellas Artes pero también en el MNBA. En este sentido, las declaraciones de Guttero relativas al “magnífico adefesio” del edificio que alojaba al Museo (3), deben ser pensadas en ese contexto y en el movimiento que llevó al año siguiente a la supresión de la Comisión y a la creación de la Dirección Nacional de Bellas Artes, a cuyo frente y por un breve lapso, quedó uno de los coleccionistas más poderosos, Francisco Llobet.
En 1932, la donación realizada por Guttero de la Anunciación al Museo, implicaba forzar su propia entrada con una obra consagrada internacionalmente, pero que, además, era la expresión de una modernidad plástica que poseía fuerte carga simbólica y contaba con un valor programático manifiesto imposible de ser ignorado.Patricia M. Artundo
www.bellasartes.gob.ar

1 comentario:

  1. Guttero y el mundo cultural porteño

    Guttero viajó a Europa en 1904 y regresó a la Argentina veintitrés años después, en septiembre de 1927. Durante ese tiempo, además de continuar con su trabajo realizando pinturas y yesos cocidos, mantuvo contactos permanentes con nuestro país: intercambio epistolar con su amigo Luis Falcini; participación en los salones oficiales de 1912, 1915, 1917 y 1919 y en el Salón Nacional de Artes Decorativas de 1918; apoyo público a los reclamos por la renovación de las instituciones culturales del Estado; contacto con colegas para conocer el desarrollo artístico argentino y difusión de sus piezas a través de críticas en revistas locales tales como Martín Fierro.

    Asimismo, mientras residió en Europa, Guttero presentó exposiciones individuales en galerías alemanas e italianas y participó en diferentes muestras colectivas, además de ser cofundador de la Asociación de Artistas Argentinos en Europa en 1917. Dos años después firmó un petitorio dirigido al presidente Hipólito Irigoyen para la reorganización de la Comisión Nacional de Bellas Artes.

    Cuando llegó a Buenos Aires para inaugurar su primera muestra individual en el país, Guttero tenía la intención de quedarse poco tiempo, ya que finalmente había instalado su taller en Italia. Sin embargo, decidió establecerse aquí y se alineó junto a quienes buscaban de modos distintos, poner al día las artes plásticas. Al poco tiempo participó de la Feria del Boliche de Arte que dirigía Leonardo Estarico, donde estaban representados muchos de los que serían sus futuros compañeros: Raquel Forner, Emilio Pettoruti, Antonio Sibellino, Xul Solar, Aquiles Badi, Juan Del Prete y Antonio Ballester Peña, entre otros. Inmediatamente, la crítica lo ubicó como un artista de “vanguardia”.

    Ya instalado, Guttero se convirtió en uno de los referentes fundamentales del medio cultural local, ligado a la renovación artística, y en abierta oposición a las instituciones oficiales, con una postura crítica de los mecanismos instituidos de distribución, promoción, consagración y consumo artístico. Organizó exposiciones de otros pintores y escultores; promovió proyectos editoriales; planificó un programa de cultura para los barrios de la ciudad de Buenos Aires; formó parte de la Agrupación de Artistas “Camuatí” y de su revista, fue asesor de Amigos del Arte y dirigió la sala de la Asociación Wagneriana; sostuvo una circulación múltiple enviando obras a los salones oficiales de Buenos Aires, La Plata, Rosario, Santa Fe y Paraná, donde obtuvo premios y reconocimientos; alentó la circulación de exposiciones entre Buenos Aires y Montevideo e insistió sobre la necesidad de ampliar las relaciones con Brasil. En 1929 creó el Nuevo Salón que, en sus distintas variantes como Salón de Pintores Modernos, inauguró regularmente hasta 1931, y en 1932 fue uno de los fundadores de los Cursos Libres de Arte Plástico. Entre sus actividades, Guttero también apoyó proyectos como la colección de postales de arte argentino editada por Amigos del Arte y la publicación de la monografía sobre Pedro Figari escrita por Jorge Luis Borges. Además, durante su estancia en Buenos Aires, el artista recibió numerosos premios tales como el de 1929 en el Salón Nacional y el que logró dos años después con su trabajo Anunciación en la First Baltimore Pan-American Exhibition (Estados Unidos). Esta obra luego fue donada al Museo Nacional de Bellas Artes.

    www-malba.org.ar

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