martes, 29 de noviembre de 2016

GUIDO CAGNACCI- MAGDALENA DESMAYADA-1663

Maddalena svenuta es Magdalena desmayada. Se encuentra en el Palacio Barberini en Rona esta pintura de Guido Cagnacci

Magdakena deriva de "migdal"que en hebreo significa Torre, símbolo de la Mística.
En la obra "La virgen de la mosca", María le quita la manzana al niño y la entrega a María Magdalena.
Esa actitud desmayada recuerda la obra de Henri Fuselli. Cagnacci, pasó una buena temporada en Austria y allí murió y costumbres e imágenes austríacas se reflejan en su obra.

2 comentarios:

  1. La Virgen de la mosca es una tabla pintada al óleo, de 92 x 79 cm, conservada desde antiguo en la sacristía de la Colegiata de Toro, pero sin documentación que aclare su procedencia. Recibe su peculiar denominación a causa del insecto que aparece representado en la rodilla izquierda de la Virgen, sobre el rojo del manto, con un realismo tan extremado que supone un verdadero trampantojo. La composición, la relación entre los personajes y los ropajes, están tratados con gran maestría.

    Temáticamente es una sacra conversación que muestra a la Virgen y el Niño entronizados, sobre un entorno arquitectónico y flanqueados por dos figuras de pie: un santo varón sin identificar (no corresponde a la iconografía de San José, y se ha llegado a identificar con un retrato de fray Diego de Deza) y la Magdalena (identificable por la iconografía del tarro de perfume). La figura que cobra mayor protagonismo, sentada en primer plano, haciendo una pausa en la lectura de un libro, ha sido identificada como Santa Catalina de Alejandría (por la iconografía de la corona y la espada), pero sus rasgos faciales parecen corresponder a los retratos de Isabel la Católica[cita requerida], en cuyo caso sería la representación de la comitente de la obra, aunque no todo el mundo está de acuerdo con dicha atribución.1

    En fechas muy cercanas a su realización fue atribuida a Michel Sittow (en el inventario de la colección de pinturas de Margarita de Austria, que es también donde se identifica al personaje como la reina Católica); y posteriormente a Fernando Gallego, cuya firma apócrifa figuró sobre la tabla hasta la restauración realizada en 1966 (que evidenció que era un repinte, probablemente realizado para tapar los desperfectos producidos en el traslado de Flandes a España, por algún discípulo del maestro español). Ya en 1927 Manuel Gómez Moreno había negado la posibilidad de esa autoría, identificando la tabla como flamenca, del círculo de Gerard David o Adrián Isenbrandt, y apuntando la posibilidad de atribuirla al Maestro de Segovia (Ambrosius Benson). La restauración de 1966 (Instituto de Conservación y Restauración de Obras de Arte y Arqueología) permitió a Arturo Díaz Martos y José María Cabrera Garrido datar su realización entre 1518 y 1525. Matías Díaz Padrón la relacionó con el estilo de Mabuse. Un nuevo estudio, realizado por Elisa Bermejo Martín con motivo de su exhibición en Las Edades del Hombre (Zamora, 2001), lo atribuye al Maestro de la Santa Sangre.1 2 3

    La mosca y otros detalles no son del autor original sino que fueron añadidos más tarde por el segundo pintor.en.wikipedia.org

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  2. Qué pesadilla.

    DOS De ahí, Rodríguez salta a sí mismo, sonambulando un museo vacío y deteniéndose frente a un cuadro de Henry Fuseli (bautizado Johann Henri Füssli) titulado “The Nightmare”. Lo que significa “La pesadilla” pero –-si se lo traduce literalmente– no es otra cosa que “La yegua de la noche”. Fuseli pintó varias versiones del cuadro. Pero todas coinciden en su elenco: mujer sensualmente despatarrada sobre una cama, suerte de demonio menor montado sobre su cuerpo, la cabeza de un caballo espectral brotando de las sombras. Mary Shelley lo menciona en su Frankenstein, Edgar Allan Poe alude a él en “La caída de la casa Usher”, y Sigmund Freud tenía una reproducción en su estudio vienés. Rodríguez lo vio por primera vez en la portada de un libro de Jorge Luis Borges titulado Siete noches. Y una de las conferencias que recopilaba era “La pesadilla”, y arrancaba con un “Los sueños son el género; la pesadilla, la especie”. Diferentes polaridades para el flujo de una misma electricidad, sí. En esas páginas, Borges postula que en los sueños hacemos nuestra la celestial mirada de Dios –eso de verlo todo al mismo tiempo y no transcurriendo sucesivamente– y en la pesadilla se nos concede una suerte de avance del infierno, como si se tratase de gotas de un magma que se cuela por grietas hasta nuestra superficie. Pero ¿acaso habrá algo más infernal que el don de verlo todo? Tal vez, por eso, despertamos. Y, al despertar, olvidamos casi todo lo que vimos o vivimos y nos empeñamos en darle alguna estructura narrativa para contarlo a nuestros seres queridos o a nuestro amado psicólogo. Al menos hasta donde Rodríguez recuerda ahora, horizontal y bajo las sábanas, Borges no hace mención alguna a esa pesadilla despierta que es el insomnio –¿el insomnio será la mutación resultante del acostarse el género con la especie?– y donde confluye lo peor de ambos mundos: la realidad alucinante de no poder cerrar los ojos para soñar con cosas más fáciles de soportar que un Guantánamo sin música. Grandes éxitos del asunto. Como descubrirse desnudo en público o caer desde las alturas. O estrellarse sin ropa delante de todos. A Rodríguez cada vez le cansa más el intentar descansar. Y se queda ahí, esperando que el sueño vuelva o volver al sueño. Las ideas saltando dentro de su cabeza como ovejas con cabeza de cordero con colmillos. Sacrifícame –y no dibújame– a un cordero. Y Rodríguez piensa colmillos y salta a dientes y ahí está otra vez: la pesadilla desvelada de esa sonrisa de ranura con dientecitos de Mariano Rajoy, satisfecho por la victoria de La Roja, en una grada de estadio parisiense al que el Popular Partido viajó con la excusa de una de esas reuniones en las que nada se resuelve con el cada vez más impopular Hollande. Y Rodríguez sigue sin poder dormir (esa tarde se enteró de que las cifras del déficit habían sido retocadas por el presidente y los suyos y la maniobra descubierta y corregida desde Bruselas); pero al menos ya sabe qué contestar ante la eventualidad de que le pregunten cuál es la sonrisa más idiota de todo el universo. A lo que jamás podrá responder Rodríguez es de qué o por qué se sonríe Rajoy.(...)
    Rodrigo Fresan
    www.pagina12.com.ar-2/4/2013

    En este blog, el 15 de abril de 2013- junbto a obras de Bronzino y Carracci- museodelarte.blogspot.com.ar

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