martes, 23 de diciembre de 2014

León Ferrari en Los siete locos

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  1. (...)En 1985 comenzó una serie de obras con estiércol de aves que expuso en el Museo de Arte Moderno; en 1989 participó en la organización de la muestra-libro No al Indulto... y en 1991 fijó nuevamente su residencia en Buenos Aires. En 1992 realizó su primera experiencia con peceras: expuso una titulada El diluvio con dos axolotes, un arca de Noé hundida y, flotando encima, un bote con una pareja copulando. En 1994 realizó una serie de trabajos con maniquíes sobre los que aplicaba imágenes sagradas y profanas, y también hizo caligrafías de textos bíblicos y poemas de Borges. Fabricó obras con juegos: un ajedrez en el que compiten vírgenes y diablos, un paño de ruleta con ángeles en lugar de fichas, cajas de magia con el rostro de Jesús. En 1996 realizó las obras de “arte visual escrito” y en el ’97 dos series de Brailles, poemas amorosos de Borges escritos en Braille sobre desnudos de Man Ray.

    La obra de Ferrari denuncia, de un modo creativo y corrosivo, la violencia de Occidente y los mecanismos que generan esa violencia. Su producción, en el plano de la ficción artística, muestra que la confesión religiosa y el tormento son la trama y el revés de un mismo proceso histórico y cultural. Ayuda a comprender que la tradición religiosa restringe la sexualidad a la noción de “carne” –a las “relaciones carnales”– y que especifica la noción de persona con la frase “persona humana”, abriendo la posibilidad de considerar la categoría de personas inhumanas. Estas son algunas de la puertas de entrada al abismo. Con la “carne”, con los cuerpos cosificados, sería lícito ejercer todo tipo de violencias.

    La obra de Ferrari critica la división binaria entre cuerpo y alma porque esa escisión no democratiza los cuerpos, sino que los demoniza. Desde sus esculturas, objetos, dibujos y demás producción artística, Ferrari criticó como pocos la pasión occidental por la crueldad y el crimen. No cualquiera tiene tal capacidad para denunciar –inclusive con humor– a través de la creación de artificios. Ferrari fue un artista que creyó en la funcionalidad, en la utilidad del arte. Y en este sentido siempre buscó saltar el cerco muchas veces minoritario del arte, para generar conciencia y para lograr un efecto fuertemente crítico sobre el estado del mundo. Un efecto que hoy, aun en la tristeza de la despedida, lleva la inequívoca sensación de algo que no se diluirá en el tiempo.Fabián Levenglik 26 de julio de 2013 en www.pagina12.com.ar

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