martes, 30 de septiembre de 2014

FABIO MAURI POR PRIMERA VEZ EN BUENOS AIRES/FUNDACIÓN PROA



MUESTRA DE FABIO MAURI EN BUENOS AIRES – CUANDO EL ARTE TOMA PARTIDO


Fabio Mauri, Il Muro Occidentale o del Pianto (El Muro Occidental o el Muro de los lamentos),1993. Foto de  Matteo Bonaldi.
Fabio Mauri, Il Muro Occidentale o del Pianto,1993. Foto de Matteo Bonaldi.
POR PRIMERA VEZ SE REALIZA EN SUDAMERICA UNA MUESTRA QUE INCLUYE MAS DE 60 OBRAS DEL ARTISTA.
PODRA VERSE HASTA COMIENZOS DE NOVIEMBRE EN LA FUNDACION PROA EN BUENOS AIRES.
La Fundación Proa de Buenos Aires presenta la primera exhibición de Fabio Mauri (Roma, 1926-2009) enSudamérica, una muestra que abarca más de 60 obras que permiten indagar en el análisis del lenguaje del artista italiano a través de sus instalaciones, videos, performances, dibujos y pinturas.
Caracterizada por su compromiso político y social, la obra de Mauri se presenta tan independiente de grupos o movimientos como compleja y rica en expresiones y recursos estéticos.
Sus obras “¿Qué cosa es el fascismo?”, “Ebrea”, “Ideología y naturaleza” y “El muro occidental” dan cuenta de su crítica a las expresiones totalitarias, del impacto del Holocausto y de su arraigado sentido de desconfianza hacia los sistemas políticos europeos.
El curador de la exposición “Fabio Mauri: No era nuevo”, Giacinto Di Pietrantonio, destacó que es “en ese territorio lingüístico contagiado de ideología que se mueve el arte de Mauri, que intenta desmontar los mecanismos de manipulación propios de cada ideología”.
El arte de Mauri, quien tituló uno de sus libros “El lenguaje es guerra”, es “intelectualmente complejo, no fue nunca pensado como discurso del arte por el arte, como texto fuera del mundo, sino como una escritura que hace mundo, como corresponde a la obra de un artista que quiere ser —y sabe que es— también un intelectual”, señala Di Pietrantonio en su presentación curatorial.
Según el curador, en la concepción de Mauri, “el artista es un intelectual en el sentido benjaminiano, en tanto no se presenta románticamente solo y perdido frente a los poderes del mundo, sino que tiene responsabilidades frente al mundo, y es parte de él. El arte del intelectual debe plantear preguntas y buscar respuestas, y tomar partido”.
La exposición, que se realiza con apoyo de la Embajada de Italia en la Argentina, permanecerá hasta noviembre. Simultáneamente, y con el mismo curador, tiene lugar la exhibición “Lo clásico en el arte”, organizada por Proa conjuntamente con la la Accademia Carrara de Bérgamo y el Museo de Calcos de Buenos Aires.

1 comentario:

  1. Las amistades particulares

    “Fabio Mauri y Pier Paolo Pasolini se conocieron cuando eran dos muchachos en Bolonia, juntos hicieron el liceo y la universidad”, relata Giacinto Di Pietrantonio, el curador de la muestra. “Ambos compartieron el hecho de ser personas activas y críticas contra la sociedad. Sus obras son paralelas en tanto ambas constituyen una denuncia de las ideologías, el nazismo, el fascismo, pero también de la ideología de la sociedad del espectáculo y del consumo que se manifiesta particularmente en el cine, en la publicidad y en los mass media.” La primera obra que hicieron en común fue la revista Il Settacio, de arte, crítica, filosofía y política, y ahí comienzan a realizar tímidamente desde un plano teórico y cultural las primeras críticas al sistema fascista al cual Mauri terminara de definir, con los años, como un régimen imbécil. Ya se advierte en estos primeros escritos el impulso de los amigos de provocar y retar a la sociedad.

    “A partir de entonces comenzó la frecuencia cotidiana de nuestra amistad –relató Fabio Mauri a Nico Naldini, biógrafo y primo de Pasolini–, y la memoria en un continuum feliz, venturoso, apasionado por el arte y la literatura...”

    En aquellos primeros años ’40, Mauri y Pasolini pasaban mucho tiempo juntos, todo el tiempo que podían, como suelen hacerlo los jóvenes con afinidades.

    Santo y loco

    El final de la guerra es el gran punto de inflexión de la amistad y de sus vidas: a Pasolini le es revelado que su hermano partisano, Guido Pasolini, fue asesinado no por los enemigos fascistas sino por la Resistencia yugoslava, es decir por otros compañeros comunistas, algunos de ellos italianos, y Mauri descubre las atrocidades cometidas en los campos de concentración nazi frente al silencio cómplice de parte de la sociedad. Para ambos termina la idea del mundo maniqueo o lisa y llanamente amigable. Entonces, Mauri entra en una crisis que lo hace alejarse del mundo. Busca un sentido a la existencia y se refugia alternativamente en la Iglesia y en hospitales psiquiátricos.

    “Cuando terminó la guerra, Fabio descubrió la mentira, la complicidad silenciosa de tíos, parientes, amigos sacerdotes, el Papa en torno a los crímenes ejecutados”, cuenta Achille, que no casualmente fue uno de los productores de la película Garage Olimpo (Marco Bechis, 1999). “Y se enojó también con la familia. Con mi padre, con mi madre. Consideró a todo el mundo responsable de la neutralidad. “¿Cómo es posible que vos no sabías?”, era su pregunta recurrente. Mi hermano era puro compromiso. Y ahí comenzó una carrera de santo y de loco. Fue santo en el sentido de que lo echaban de la Iglesia porque se sacrificaba demasiado. Y después lo echaban del hospital psiquiátrico porque los médicos decían que con dos como él se arreglaban los problemas psiquiátricos del mundo. No era un loco para nada.”

    Sin embargo, fue sometido a los terribles tratamientos psiquiátricos de la época, entre ellos las temibles sesiones de electroshock. Cuando Mauri recupera la conciencia, su regreso a la realidad viene de la mano de una feroz crítica, coincidiendo una vez más con la radicalidad de Pasolini contra la sociedad burguesa y el mundo del consumo. Y así como Pasolini filma Saló o los 120 días de Sodoma (1975), Mauri exhibe objetos escalofriantes como un Caballo de S.S. enjaezado con arreos de piel judía; Cochecito judío realizado con la familia Modigliani 1940; Jabón de verdadero cebo judío; Silla de piel judía-Nuremberg 1941, entre tantas obras que se pueden apreciar ahora en la muestra. Así como Pasolini no cesa en denunciar al sistema educativo y a la televisión como reproductoras de la cultura opresora burguesa, Mauri denuncia al cine y los mass media como productores y reproductores ideológicos en sus célebres Pantallas vacías: más de cuarenta pantallas en blanco que fueron elegidas también para esta exhibición.

    “Yo no puedo ver las cosas sin documentarlas”, le dice Mauri a su familia, según testimonio de su hermano. Y allí comienza su obra Adrián Melo/www.pagina12.com.ar

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