martes, 26 de agosto de 2014

JULIO CORTÁZAR, 1914-2014 / NO SE CULPE A NADIE

No se culpe a nadie

Julio Cortázar 

El frío complica siempre las cosas, en verano se está tan cerca del mundo, tan piel contra piel, pero ahora a las seis y media su mujer lo espera en una tienda para elegir un regalo de casamiento, ya es tarde y se da cuenta de que hace fresco, hay que ponerse el pulóver azul, cualquier cosa que vaya bien con el traje gris, el otoño es un ponerse y sacarse pulóveres, irse encerrando, alejando. Sin ganas silba un tango mientras se aparta de la ventana abierta, busca el pulóver en el armario y empieza a ponérselo delante del espejo. No es fácil, a lo mejor por culpa de la camisa que se adhiere a la lana del pulóver, pero le cuesta hacer pasar el brazo, poco a poco va avanzando la mano hasta que al fin asoma un dedo fuera del puño de lana azul, pero a la luz del atardecer el dedo tiene un aire como de arrugado y metido para adentro, con una uña negra terminada en punta. De un tirón se arranca la manga del pulóver y se mira la mano como si no fuese suya, pero ahora que está fuera del pulóver se ve que es su mano de siempre y él la deja caer al extremo del brazo flojo y se le ocurre que lo mejor será meter el otro brazo en la otra manga a ver si así resulta más sencillo. Parecería que no lo es porque apenas la lana del pulóver se ha pegado otra vez a la tela de la camisa, la falta de costumbre de empezar por la otra manga dificulta todavía más la operación, y aunque se ha puesto a silbar de nuevo para distraerse siente que la mano avanza apenas y que sin alguna maniobra complementaria no conseguirá hacerla llegar nunca a la salida. Mejor todo al mismo tiempo, agachar la cabeza para calzarla a la altura del cuello del pulóver a la vez que mete el brazo libre en la otra manga enderezándola y tirando simultáneamente con los dos brazos y el cuello. En la repentina penumbra azul que lo envuelve parece absurdo seguir silbando, empieza a sentir como un calor en la cara aunque parte de la cabeza ya debería estar afuera, pero la frente y toda la cara siguen cubiertas y las manos andan apenas por la mitad de las mangas. por más que tira nada sale afuera y ahora se le ocurre pensar que a lo mejor se ha equivocado en esa especie de cólera irónica con que reanudó la tarea, y que ha hecho la tonteria de meter la cabeza en una de las mangas y una mano en el cuello del pulóver. Si fuese así su mano tendria que salir fácilmente pero aunque tira con todas sus fuerzas no logra hacer avanzar ninguna de las dos manos aunque en cambio parecería que la cabeza está a punto de abrirse paso porque la lana azul le aprieta ahora con una fuerza casi irritante la nariz y la boca, lo sofoca más de lo que hubiera podido imaginarse, obligándolo a respirar profundamente mientras la lana se va humedeciendo contra la boca, probablemente desteñirá y le manchará la cara de azul. Por suerte en ese mismo momento su mano derecha asoma al aire al frío de afuera, por lo menos ya hay una afuera aunque la otra siga apresada en la manga, quizá era cierto que su mano derecha estaba metida en el cuello del pulóver por eso lo que él creía el cuello le está apretando de esa manera la cara sofocándolo cada vez más, y en cambio la mano ha podido salir fácilmente. De todos modos y para estar seguro lo único que puede hacer es seguir abriéndose paso respirando a fondo y dejando escapar el aire poco a poco, aunque sea absurdo porque nada le impide respirar perfectamente salvo que el aire que traga está mezclado con pelusas de lana del cuello o de la manga del pulóver, y además hay el gusto del pulóver, ese gusto azul de la lana que le debe estar manchando la cara ahora que la humedad del aliento se mezcla cada vez más con la lana, y aunque no puede verlo porque si abre los ojos las pestañas tropiezan dolorosamente con la lana, está seguro de que el azul le va envolviendo la boca mojada, los agujeros de la nariz, le gana las mejillas, y todo eso lo va llenando de ansiedad y quisiera terminar de ponerse de una vez el pulóver sin contar que debe ser tarde y su mujer estará impacientándose en la puerta de la tienda. Se dice que lo más sensato es concentrar la atención en su mano derecha, porque esa mano por fuera del pulóver está en contacto con el aire frío de la habitación es como un anuncio de que ya falta poco y además puede ayudarlo, ir subiendo por la espalda hasta aferrar el borde inferior del pulóver con ese movimiento clásico que ayuda a ponerse cualquier pulóver tirando enérgicamente hacia abajo. Lo malo es que aunque la mano palpa la espalda buscando el borde de lana, parecería que el pulóver ha quedado completamente arrollado cerca del cuello y lo único que encuentra la mano es la camisa cada vez más arrugada y hasta salida en parte del pantalón, y de poco sirve traer la mano y querer tirar de la delantera del pulóver porque sobre el pecho no se siente más que la camisa, el pulóver debe haber pasado apenas por los hombros y estará ahi arrollado y tenso como si él tuviera los hombros demasiado anchos para ese pulóver lo que en definitiva prueba que realmente se ha equivocado y ha metido una mano en el cuello y la otra en una manga, con lo cual la distancia que va del cuello a una de las mangas es exactamente la mitad de la que va de una manga a otra, y eso explica que él tenga la cabeza un poco ladeada a la izquierda, del lado donde la mano sigue prisionera en la manga, si es la manga, y que en cambio su mano derecha que ya está afuera se mueva con toda libertad en el aire aunque no consiga hacer bajar el pulóver que sigue como arrollado en lo alto de su cuerpo. Irónicamente se le ocurre que si hubiera una silla cerca podría descansar y respirar mejor hasta ponerse del todo el pulóver, pero ha perdido la orientación después de haber girado tantas veces con esa especie de gimnasia eufórica que inicia siempre la colocación de una prenda de ropa y que tiene algo de paso de baile disimulado, que nadie puede reprochar porque responde a una finalidad utilitaria y no a culpables tendencias coreográficas. En el fondo la verdadera solución sería sacarse el pulóver puesto que no ha podido ponérselo, y comprobar la entrada correcta de cada mano en las mangas y de la cabeza en el cuello, pero la mano derecha desordenadamente sigue yendo y viniendo como si ya fuera ridiculo renunciar a esa altura de las cosas, y en algún momento hasta obedece y sube a la altura de la cabeza y tira hacia arriba sin que él comprenda a tiempo que el pulóver se le ha pegado en la cara con esa gomosidad húmeda del aliento mezclado con el azul de la lana, y cuando la mano tira hacia arriba es un dolor como si le desgarraran las orejas y quisieran arrancarle las pestañas. Entonces más despacio, entonces hay que utilizar la mano metida en la manga izquierda, si es la manga y no el cuello, y para eso con la mano derecha ayudar a la mano izquierda para que pueda avanzar por la manga o retroceder y zafarse, aunque es casi imposible coordinar los movimientos de las dos manos, como si la mano izqulerda fuese una rata metida en una jaula y desde afuera otra rata quisiera ayudarla a escaparse, a menos que en vez de ayudarla la esté mordiendo porque de golpe le duele la mano prisionera y a la vez la otra mano se hinca con todas sus fuerzas en eso que debe ser su mano y que le duele, le duele a tal punto que renuncia a quitarse el pulóver, prefiere intentar un último esfuerzo para sacar la cabeza fuera del cuello y la rata izquierda fuera de la jaula y lo intenta luchando con todo el cuerpo, echándose hacia adelante y hacia atrás, girando en medio de la habitación, si es que está en el medio porque ahora alcanza a pensar que la ventana ha quedado abierta y que es peligroso seguir girando a ciegas, prefiere detenerse aunque su mano derecha siga yendo y viniendo sin ocuparse del pulóver, sunque su mano izquierda le duela cads vez más como si tuviera los dedos mordidos o quemados, y sin embargo esa mano le obedece, contrayendo poco a poco los dedos lacerados alcanza a aferrar a través de la manga el borde del pulóver arrollado en el hombro, tira hacia abajo casi sin fuerza, le duele demasiado y haría falta que la mano derecha ayudara en vez de trepar o bajar inútilmente por las piernas en vez de pellizcarle el muslo como lo está haciendo, arañándolo y pellizcándolo a través de la ropa sin que pueda impedírselo porque toda su voluntad acaba en la mano izquierda, quizá ha caído de rodillas y se siente como colgado de la mano izquierda que tira una vez más del pulóver y de golpe es el frío en las cejas y en la frente, en los ojos, absurdamente no quiere abrir los ojos pero sabe que ha salido fuera, esa materia fria, esa delicia es el aire libre, y no quiere abrir los ojos y espera un segundo, dos segundos, se deja vivir en un tiempo frío y diferente, el tiempo de fuera del pulóver, está de rodillas y es hermoso estar así hasta que poco a poco agradecidamente entreabre los ojos libres de la baba azul de la lana de adentro, entreabre los ojos y ve las cinco uñas negras suspendidas apuntando a sus ojos, vibrando en el aire antes de saltar contra sus ojos, y tiene el tiempo de bajar los párpados y echarse atrás cubriéndose con la mano izquierda que es su mano, que es todo lo que le queda para que lo defienda desde dentro de la manga, para que tire hacia arriba el cuello del pulóver y la baba azul le envuelva otra vez la cara mientras se endereza para huir a otra parte, para llegar por fin a alguna parte sin mano y sin pulóver, donde solamente haya un aire fragoroso que lo envuelva y lo acompañe y lo acaricie y doce pisos. 

Julio Cortázar 
Final del Juego (1956) 

2 comentarios:

  1. Análisis de la obra
    En una entrevista con Evelyn Picón Garfield, Cortázar le confiesa: «las manos siempre fueron una obsesión mía; desde que era joven, en las primeras páginas que escribí, las manos siempre juegan un papel extremadamente importante». Esto puede verse en varias de sus obras, como Estación de la mano en La vuelta al día en ochenta mundos, o Cuello de gatito negro en Octaedro.2

    En «No se culpe a nadie» el protagonista sufre una metamorfosis parcial de su cuerpo debido a un trastorno de la personalidad. La psiquis domina y protege el cuerpo, mientras la mano derecha es una extensión corporal percibida como falso yo montruoso sobre la que ya no hay control. La identidad del narrador se ve así escindida. Este sufre una experimentación física y psíquica totalmente extralimitada, lo que corresponde con una psicopatología esquizoide. Existe una dicotomía entre ambas manos, motivada por la dicotomía entre vida y muerte. «Las manos tienen el poder tanto de construir y proteger, así como de destruir y agredir, en un doble poder ambiguo. Sin embargo, su concepción, escindida bajo mediación del recurso de la metamorfosis en uno de estos miembros, manifiesta la dicotomía de un yo disgregado, desintegrado en su identidad y precipitado finalmente hacia un estado caótico dentro de una tensión tipo esquizoide.»GÓMEZ Goyeneche, María Antonieta, "Cortázar y Escher ante el recurso literario y gráfico de la metamorfosis de identidades". Revista Digital Universitaria [en línea]. 10 de mayol 2009, Vol. 10, No. 5 [Consultada: 11 de mayo de 2009]. Disponible en Internet: ISSN: 1607-6079.

    En el cuento también se evidencia la necesidad de evadir las pautas morales y convenciones sociales que le ha impuesto una vida convencional. Pero una parte de sí se revela ante la tiranía del Universo simbólico impuesto. Esto produce «una lucha mortal entre las voluntades escindidas que conviven en su interior, representadas aquí por diversas partes de su cuerpo».3

    Referencias[editar]
    Volver arriba ↑ Pérez-Abadín Barro, Soledad (2010). Cortázar y Che Guevara: Lectura de Reunión. Peter Lang. p. 16 |página= y |páginas= redundantes (ayuda). ISBN 9783039119196. Consultado el 15 de febrero de 2013.
    Volver arriba ↑ Alonso, Carlos J. (1998). Julio Cortázar. Cambridge University Press. ISBN 9780521452106. Consultado el 19 de febrero de 2013.
    Volver arriba ↑ GACHE, Belén, “Intrucciones para comportarse en sociedad”. Revista Digital Universitaria [en línea]. 10 de mayol 2009, Vol. 10, No. 5 [Consultada: 11 de mayo de 2009]. Disponible en Internet: ISSN: 1607-6079.
    es.wikipedia.org
    Confieso que desde que leí este cuento, me cuido bien de calzarme un pullover, lejos de una ventana o, de una escalera.
    Quién podría haber escrito algo así? Sin dudas: Julio Cortázar

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  2. Nos centraremos aquí en el cuerpo constreñido por las normas sociales. Si bien en Cortázar el enunciador de este cuerpo intenta liberarse de las redes simbólicas que le son impuestas, lo hace consciente de que a la larga, no puede sino guardar esos mismos ridículos sistemas de convenciones y pautas morales. Cortázar reflexiona sobre los condicionamientos sociales de los cuerpos en varias oportunidades. Veamos aquí dos ejemplos en particular: el caso planteado por el texto “Teoría del agujero pegajoso” y el caso presentado por el protagonista del cuento breve “No se culpe a nadie”.

    Hasta los quince años no hubo nada. Solamente un agujero rodeado de amor materno y tricotas y tablas de aritmética y partidos de fútbol. Una mañana, el agujero (…) se dio cuenta de que había que hacer algo para no reventar como una pompa de jabón (…) así que se volvió pegajoso (…). Atrapó primero unas pelusitas de aire, después la elegante costumbre de fumar tabaco inglés (…) y el nombre de Ramón (…). Se rodeó de una chaqueta de tweed, se vistió deportivamente y compró gadgets para resolver los problemas de higiene, la cocina, la calefacción, se volvió una autoridad en marcas de jabón de afeitar, la mejor gasolina para autos suecos, la sensibilidad adecuada de la película fotográfica en un día de niebla, se abonó a Times y a Life, se hizo una idea de Picasso, otra de los tocadiscos y las playas de veraneo y la alimentación y ahí va carrera arriba, subjefe, jefe, jefazo. Una voz sonora donde solamente unos pocos adivinan que la sonoridad le viene del agujero. (Cortázar, 1968)

    En este texto Cortázar nos presenta un cuerpo que existe únicamente en tanto construido por un entramado de discursos sociales. Observamos aquí a un cuerpo construido exclusivamente a partir de relaciones de docilidad-utilidad.

    En el cuento "No se culpe a nadie", por su parte, el protagonista sufre las restricciones de un estilo de vida sumamente convencional. Se viste porque la mujer lo está esperando en un negocio para comprar un regalo de casamiento. Se pone un sweater de color azul porque combina con el color gris: "ya es tarde y se da cuenta de que hace fresco, hay que ponerse el pulóver azul, cualquier cosa que vaya bien con el traje gris." Notemos la utilización de un lenguaje prescriptivo. Sin embargo, parece sobrevivir en el protagonista una parte que aún se rebela a la tiranía del universo simbólico de los otros que lo atraviesa. Esto termina por motivar que se instaure una mortal lucha entre las voluntades escindidas que conviven en su interior, representadas aquí directamente por diferentes partes de su cuerpo. La parte atravesada por los discursos sociales intenta, en su búsqueda de represión, asfixiar a la parte rebelde, que se defiende desesperadamente. La lucha termina con la caída del protagonista, doce pisos, desde la ventana de la habitación.




    Nos centraremos aquí en el cuerpo constreñido por las normas sociales. Si bien en Cortázar el enunciador de este cuerpo intenta liberarse de las redes simbólicas que le son impuestas, lo hace consciente de que a la larga, no puede sino guardar esos mismos ridículos sistemas de convenciones y pautas morales. .
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    En el cuento "No se culpe a nadie", por su parte, el protagonista sufre las restricciones de un estilo de vida sumamente convencional. Se viste porque la mujer lo está esperando en un negocio para comprar un regalo de casamiento. Se pone un sweater de color azul porque combina con el color gris: "ya es tarde y se da cuenta de que hace fresco, hay que ponerse el pulóver azul, cualquier cosa que vaya bien con el traje gris." Notemos la utilización de un lenguaje prescriptivo.,búsqueda de represión, asfixiar a la parte rebelde, que se defiende desesperadamente. La lucha termina con la caída del protagonista, doce pisos, desde la ventana de la habitación







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