martes, 18 de octubre de 2011

METAFÍSICA Y BELLEZA POR EUGÉNE DELACROIX


El Libro de la Semana
Delacroix
Metafísica y Belleza 
de 
Eugène Delacroix 160 págs
(Cactus)

Lo que hace tan buenas las obras literarias de los no literatos es que, cuando hacen una excursión por este extraño arte, solo hablan de lo que saben, mientras que el escritor declarado se ve a menudo arrastrado a hablar de todo tipo de cosas por aquella fluidez de lenguaje... Esta idea de Eugène Delacroix se podría aplicar a él mismo, quien además señalaba con secreto goce la ventaja de la pintura de no ser un arte parlanchín. Sin embargo, o justamente por ello, Delacroix escribe, y lo hace en revistas, hojas volantes, cartas, álbumes, etc. Estos escritos, reunidos gracias al trabajo de Achille Piron y luego de Élie Faure, y que van del año 1829 al 1863, condensan por un lado el pensamiento del pintor francés en torno a lo bello, ese (im)pensado de toda estética, y por otro sus meditaciones metafísicas, esparcidas con una especie de dulce violencia, y que nos acercan un pensamiento sobre la vida de una insospechada crudeza.
En el suculento plato se destaca una radical inversión del binomio moderno igualdad/ jerarquía, par anclado en empobrecidos y abstractos criterios sociológicos, y cuyo fin político es la nivelación social y el poder de las leyes y las escuelas. Este binomio se ve desbaratado por un nuevo par igualdad/selección, pero de una naturaleza estrictamente opuesta, y amparado esta vez en un criterio intensivo de carácter vitalista -igualdad de los seres por su dignidad ontológica / selección de lo mejor, y de lo bello, por lo más
potente-. Esta inversión crítica, que liga a Delacroix -a sus espaldas, hay que decirlo- con pensadores como Nietzsche y Spinoza, pone de manifiesto a su vez aquello que es el locus de todo acto creador, su perpetua excedencia.
La naturaleza no se preocupa ni del hombre ni de sus trabajos, ni en modo alguno de su paso por la tierra. Para la naturaleza es igual que invente y construya maravillas o que viva como un bruto. El verdadero hombre es el salvaje; él concuerda con la naturaleza tal como es (...) Nosotros solo vemos lo bello a través de la imaginación de los poetas o de los pintores; el salvaje lo encuentra a cada paso en su vida errante.
Eugène Delacroix

 www.lamaquinadeltiempo.com
Picasso
Mujeres de Argel, 1954

2 comentarios:

  1. scanner y colección Los Valientes Duermen Solos
    EUGÈNE DELACROIX (Charenton Saint Maurice, 1798 - 1863)
    PASIÓN POR ORIENTE

    "La nueva generación de pintores que surgió con la Restauración vino acompañada de un replanteamiento del modelo neoclásico, al redescubrir la tradición pictórica de los maestros antiguos. Fue así como Eugène Ferdinand Victor Delacroix se inspiró de los maestros venecianos, de Miguel Ángel, el eclecticismo de Rembrandt y Poussin, y, todavía más, a la manera de Rubens, del que adoptaría la fuerza de sus composiciones y la suntuosidad de los colores. Los nombres de Théodore Géricaut y Eugène Delacroix destinan a los dos representantes más destacados de la pintura romántica francesa. En la obra de ambos y en el uso recurrente de las técnicas barrocas y de los efectos marcadamente cromáticos de una concepción pictórica agreste y agitada, que en cierto modo difumina los perfiles, se refleja ante todo la enorme amplitud del concepto "romanticismo", en el que, en Alemania, por ejemplo, se incluye la pintura gélida de Caspar David Friedrich o los idilios de un Ludwig Richter o de un Moritz von Schwind. La obra de Delacroix dominó pertinazmente el siguiente siglo. Los propios impresionistas apelaban a ella. Aunque Géricaut, siete años mayor que Delacroix, inició el nuevo movimiento hacia el realismo posterior. Delacroix procedía por vía materna de las familias ebanistas Oeben y Riesener, de origen alemán, que trabajaron para Luis XV. Por influencia de Riesener, Delacroix ingresó en el taller de Pierre Narcisse Guérin, pintor de la escuela de David, y en aquel entonces director de la Academia de Francia en Roma. Delacroix recibe enseñanzas basadas en fuentes clásicas, influido y entusiasmado por la serie de los Médici de Rubens, por la pintura italiana de Tiziano y Tintoretto y por los dibujos de Goya. Aunque, para él, la pintura de historia fuera una ocasión de tratar temas literarios (Dante y Virgilio en los infiernos, La muerte de Sardanápalo), a imitación de su predecesor Géricault, al que admiraba, también realizaría grandes y agitadas obras inspiradas en sucesos contemporáneos. Las Escenas de las matanzas de Quíos, tras el el sangriento episodio de la guerra de la independencia griega, movilizaron entonces los espíritus en Europa, mientras que La Libertad guiando al pueblo refiere una actualidad francesa inmediata: las jornadas de 1830 que pusieron fin al reinado de Carlos X. Hombre de su tiempo, se pasión por el oriente descubierto durante un viaje por Marruecos en 1832 y una incursión en Argelia. Asimismo, se trata de una extraordinaria demostración de su investigación sobre el trabajo de la pincelada y el color. Para el joven artista supuso la revelación -"Roma ya no está en Roma", escribió- y sus cuadernos de croquis (de los que tres se conservan en el Louvre) le servirían de fuente inagotable de inspiración (Mujeres de Argel en su apartamento). El éxito inmediato que obtuvo duró, ya que, todavía en el siglo XX, inspiró a Picasso una larga serie de variaciones sobre Las mujeres de Argel."
    www.losvalientesduermensolos.blogspot.com.ar

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  2. scanner y colección Los Valientes Duermen Solos
    EUGÈNE DELACROIX (Charenton Saint Maurice, 1798 - 1863)
    PASIÓN POR ORIENTE

    "La nueva generación de pintores que surgió con la Restauración vino acompañada de un replanteamiento del modelo neoclásico, al redescubrir la tradición pictórica de los maestros antiguos. Fue así como Eugène Ferdinand Victor Delacroix se inspiró de los maestros venecianos, de Miguel Ángel, el eclecticismo de Rembrandt y Poussin, y, todavía más, a la manera de Rubens, del que adoptaría la fuerza de sus composiciones y la suntuosidad de los colores. Los nombres de Théodore Géricaut y Eugène Delacroix destinan a los dos representantes más destacados de la pintura romántica francesa. En la obra de ambos y en el uso recurrente de las técnicas barrocas y de los efectos marcadamente cromáticos de una concepción pictórica agreste y agitada, que en cierto modo difumina los perfiles, se refleja ante todo la enorme amplitud del concepto "romanticismo", en el que, en Alemania, por ejemplo, se incluye la pintura gélida de Caspar David Friedrich o los idilios de un Ludwig Richter o de un Moritz von Schwind. La obra de Delacroix dominó pertinazmente el siguiente siglo. Los propios impresionistas apelaban a ella. Aunque Géricaut, siete años mayor que Delacroix, inició el nuevo movimiento hacia el realismo posterior. Delacroix procedía por vía materna de las familias ebanistas Oeben y Riesener, de origen alemán, que trabajaron para Luis XV. Por influencia de Riesener, Delacroix ingresó en el taller de Pierre Narcisse Guérin, pintor de la escuela de David, y en aquel entonces director de la Academia de Francia en Roma. Delacroix recibe enseñanzas basadas en fuentes clásicas, influido y entusiasmado por la serie de los Médici de Rubens, por la pintura italiana de Tiziano y Tintoretto y por los dibujos de Goya. Aunque, para él, la pintura de historia fuera una ocasión de tratar temas literarios (Dante y Virgilio en los infiernos, La muerte de Sardanápalo), a imitación de su predecesor Géricault, al que admiraba, también realizaría grandes y agitadas obras inspiradas en sucesos contemporáneos. Las Escenas de las matanzas de Quíos, tras el el sangriento episodio de la guerra de la independencia griega, movilizaron entonces los espíritus en Europa, mientras que La Libertad guiando al pueblo refiere una actualidad francesa inmediata: las jornadas de 1830 que pusieron fin al reinado de Carlos X. Hombre de su tiempo, se pasión por el oriente descubierto durante un viaje por Marruecos en 1832 y una incursión en Argelia. Asimismo, se trata de una extraordinaria demostración de su investigación sobre el trabajo de la pincelada y el color. Para el joven artista supuso la revelación -"Roma ya no está en Roma", escribió- y sus cuadernos de croquis (de los que tres se conservan en el Louvre) le servirían de fuente inagotable de inspiración (Mujeres de Argel en su apartamento). El éxito inmediato que obtuvo duró, ya que, todavía en el siglo XX, inspiró a Picasso una larga serie de variaciones sobre Las mujeres de Argel." lacomunidad.elpais.com

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