martes, 8 de marzo de 2011

VIDEO-THE REFLECTING POOL(1977-1979)

Ya en las primeras cintas de video Viola vincula elementos narrativos y simbólicos,la cámara fija durante todo el tiempo,enfoca una pileta dentro de un bosque.Aparece un hombre,se saca la ropa,salta...pero se inmoviliza en el aire queda suspendido.Entre tanto suceden cosas,caen gotas en el agua generando círculos concéntricos,pasa un avión aunque sólo se oye el ruido de su motor,se oscurece el espejo de agua.
El tiempo se compone de sucesos fragmentados entre sí y el reflejo de la pileta actúa como testigo y partícipe de ello.Alguien entra en el agua,alguien sale y dentro de un rato la imagen dentenida del hombre que iba a saltar se desvanece para que luego aparezca,él y tal vez otro,desde el bosquecillo y también emergiendo del agua.Tiempo de mediciones y percepciones diversas corren paralelamente,se entrecortan,se distancian..suceden sin una coordenada.Pero todos son posibles.Pero es evidente que el renovado concepto del tiempo necesita de lo digital.Tal vez por esto sea posible que el legado de Borges ¿Hay un fin en la trama? de su corpus alhepiano se entrecruce con el ¿Qué es el tiempo? de Viola.En instalaciones recientes como Emergence (2002) el artista hace referencia a conocidos temas de la historia del arte,en este caso la iconografía del descendimiento de la cruz,tanto la composición como la coloración recuerdan a maestros italianos como Giovanni Bellini o Piero de la Francesca.Consigue introducir una ralentización extrema en el argumento para permitir la reflexión,como así también una aceleración que despierta en forma contínua el interés del espectador.Estos vídeos se pueden ver en
http://www.youtube.com/
Fuente:Zátonyi,Marta,Arte y Creación.Los caminos de la estética-Buenos Aires,2007

1 comentario:

  1. Bill Viola. Cada emoción en su tiempo
    Bill Viola [En Diálogo]

    Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Alcalá, 13. Madrid. Hasta el 30 de marzo

    MARIANO NAVARRO | 17/01/2014 | Edición impresa

    Surrender, video de Bill Viola colgado entre las obras de la Academia.

    Puede decirse, a grandes rasgos, que la obra del norteamericano Bill Viola (Nueva York, 1951) puede dividirse en dos periodos diferenciados, el primero cubre desde los últimos años setenta del siglo pasado hasta mediada la década de los noventa y se caracteriza podríamos decir por un uso laico del video, la performance y el arte del cuerpo, que ha producido a mi juicio muchas de sus obras más relevantes; el segundo, fecha su inicio en el verano de 1945, cuándo mostró en el Pabellón estadounidense de la 46ª Bienal de Venecia el video El saludo, que recreaba, digamos que de forma secularizada La visitación de Pontormo, reduciendo a tres las cuatro figuras femeninas de la obra original, y que señalaba su irresistible atracción por la religiosidad y la iconografía religiosa. Desde esa fecha hasta la actualidad su trabajo se ha ceñido a ese ámbito, en el que ha profundizado a la vez que desplegado técnicas cada vez más sofisticadas en sus modos de apropiación y representación, en ocasiones con resultados admirables y en otras tan discutibles como decepcionantes.

    El propio artista ha declarado en un sinfín de ocasiones su admiración por los artistas del renacimiento y el barroco europeos, de manera muy especial Zurbarán, Goya, Ribera... y, por así decirlo, su intención si no de medirse, sí de dialogar con ellos de forma paritaria.

    Ahora el Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, dentro del programa abierto por la institución para incluir artistas contemporáneos en sus propuestas, y que ya deparó en 2011 la muestra de Arnulf Rainer sobre los grabados de Goya, ofrece a Viola la oportunidad de emplazar cuatro obras suyas en convivencia con las de los grandes autores que las ocupan. Se da la circunstancia, además, de que el Teatro Real representa estos días Tristán e Isolda, de Wagner, en cuya escenografía participa Viola con sus proyecciones de vídeo, que ha sido una de sus iniciativas más aplaudidas.

    Las cuatro video-instalaciones están fechadas entre 2000 y 2001, es decir justo cuándo inició su fecundo ciclo titulado Las Pasiones, que tiene como motivos los derivados de la Pasión de Cristo, especialmente el dolor y la resurrección. El Quinteto de los Silenciosos (2000) ocupa un recinto propio al que se accede tras ver pinturas mayores de los tenebristas españoles, Ribera y Ribalta.
    www.elcultural.es

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