viernes, 30 de octubre de 2009

miércoles, 28 de octubre de 2009

El Otro, JORGE LUIS BORGES

La estructura del inconsciente como gramatical. Lacan expresa que "los sueños se traducen como una tarea de latín."
Es desde el presente donde se historiza y hace futuro. Si la historización no fuera un relato,no cabría reordenación posible. El relato tiene una referencia no lineal, queda un resto que es su realidad fantasmática, el grano de arena de un decir.

a)"el río hizo que yo pensara en el tiempo.
b) a mi derecha un alto edificio cuyo nombre no supe nunca.
edificio: parapetos psíquicos que bloquean el acceso a escenas primarias. El relato ya no es testimonio de la realidad objetiva sino de la realidad psíquica.
Este encuentro son sueños.
c)mi sueño ha durado ya 70 años.
d) no querés saber algo de mi pasado que es el porvenir que te espera? "lo que habré sido" por lo que estoy llegando a ser" futuro anterior que expresa Lacan.
Le pregunta por sus lecturas el otro contesta El Doble de Dostoievsky.Le preocupan los personajes Stefan Zweig los definía como "seres cargados de inhibiciones e incertidumbres.Siempre tímidos, temerosos, creyéndose humillados y despreciados por el sentimiento único de su nación: por no saber ¿ QUIENES SON?
e) estudio anglosajón.Le preocupa el guaraní..
f) a sus 70 años sentado en un banco en Cambridge y el otro con menos de 20 años en el mismo banco pero en Ginebra.
"Es otra especie de espacio que habita el cuerpo porque su traducción en palabras separa el suceso del contexto es decir del cuerpo.

El sujeto del inconsciente se constituye por el rechazo a leer el poema que el mismo es."

Referencias: Borges,J.L. "El libro de la Arena" relato "El Otro".Buenos Aires Alianza Editorial 2008
Tizio Hebe ¿Qué es el lenguaje para el Psicoanálisis"? Freudiana 1991/número 3 Cataluña
Miller, J.A. "Trabajos de Lacan sobre el mito" obra citada.
Buscador Google poesía@amediavoz.com
El Otro
Por Jorge Luis Borges

El hecho ocurrió el mes de febrero de 1969, al norte de Boston, en Cambridge. No lo escribí inmediatamente porque mi primer propósito fue olvidarlo, para no perder la razón. Ahora, en 1972, pienso que si lo escribo, los otros lo leerán como un cuento y, con los años, lo será tal vez para mí. Sé que fue casi atroz mientras duró y más aún durante las desveladas noches que lo siguieron. Ello no significa que su relato pueda conmover a un tercero.
Serían las diez de la mañana. Yo estaba recostado en un banco, frente al río Charles. A unos quinientos metros a mi derecha había un alto edificio, cuyo nombre no supe nunca. El agua gris acarreaba largos trozos de hielo. Inevitablemente, el río hizo que yo pensara en el tiempo. La milenaria imagen de Heráclito. Yo había dormido bien, mi clase de la tarde anterior había logrado, creo, interesar a los alumnos. No había un alma a la vista.
Sentí de golpe la impresión (que según los psicólogos corresponde a los estados de fatiga) de haber vivido ya aquel momento. En la otra punta de mi banco alguien se había sentado. Yo hubiera preferido estar solo, pero no quise levantarme en seguida, para no mostrarme incivil. El otro se había puesto a silbar. Fue entonces cuando ocurrió la primera de las muchas zozobras de esa mañana. Lo que silbaba, lo que trataba de silbar (nunca he sido muy entonado), era el estilo criollo de La tapera de Elías Regules. El estilo me retrajo a un patio, que ha desaparecido, y la memoria de Alvaro Melián Lafinur, que hace tantos años ha muerto. Luego vinieron las palabras. Eran las de la décima del principio. La voz no era la de Álvaro, pero quería parecerse a la de Alvaro. La reconocí con horror.
Me le acerqué y le dije:
-Señor, ¿usted es oriental o argentino?
-Argentino, pero desde el catorce vivo en Ginebra -fue la contestación.
Hubo un silencio largo. Le pregunté:
-¿En el número diecisiete de Malagnou, frente a la iglesia rusa?
Me contestó que si.
-En tal caso -le dije resueltamente- usted se llama Jorge Luis Borges. Yo también soy Jorge Luis Borges. Estamos en 1969, en la ciudad de Cambridge.
-No -me respondió con mi propia voz un poco lejana.
Al cabo de un tiempo insistió:
-Yo estoy aquí en Ginebra, en un banco, a unos pasos del Ródano. Lo raro es que nos parecemos, pero usted es mucho mayor, con la cabeza gris.
Yo le contesté:
-Puedo probarte que no miento. Voy a decirte cosas que no puede saber un desconocido. En casa hay un mate de plata con un pie de serpientes, que trajo de Perú nuestro bisabuelo. También hay una palangana de plata, que pendía del arzón. En el armario de tu cuarto hay dos filas de libros. Los tres de volúmenes de Las mil y una noches de Lane, con grabados en acero y notas en cuerpo menor entre capítulo, el diccionario latino de Quicherat, la Germania de Tácito en latín y en la versión de Gordon, un Don Quijote de la casa Garnier, las Tablas de Sangre de Rivera Indarte, con la dedicatoria del autor, el Sartor Resartus de Carlyle, una biografía de Amiel y, escondido detrás de los demás, un libro en rústica sobre las costumbres sexuales de los pueblos balkánicos. No he olvidado tampoco un atardecer en un primer piso en la plaza Dubourg.
-Dufour -corrigió.
-Esta bien. Dufour. ¿Te basta con todo eso?
-No -respondió-. Esas pruebas no prueban nada. Si yo lo estoy soñando, es natural que sepa lo que yo sé. Su catálogo prolijo es del todo vano.
La objeción era justa. Le contesté:
-Si esta mañana y este encuentro son sueños, cada uno de los dos tiene que pensar que el soñador es él. Tal vez dejemos de soñar, tal vez no. Nuestra evidente obligación, mientras tanto, es aceptar el sueño, como hemos aceptado el universo y haber sido engendrados y mirar con los ojos y respirar.
-¿Y si el sueño durara? -dijo con ansiedad.
Para tranquilizarlo y tranquilizarme, fingí un aplomo que ciertamente no sentía. Le dije:
-Mi sueño ha durado ya setenta años. Al fin y al cabo, al recordarse, no hay persona que no se encuentre consigo misma. Es lo que nos está pasando ahora, salvo que somos dos. ¿No querés saber algo de mi pasado, que es el porvenir que te espera?
Asintió sin una palabra. Yo proseguí un poco perdido:
-Madre está sana y buena en su casa de Charcas y Maipú, en Buenos Aires, pero padre murió hace unos treinta años. Murió del corazón. Lo acabó una hemiplejía; la mano izquierda puesta sobre la mano derecha era como la mano de un niño sobre la mano de un gigante. Murió con impaciencia de morir, pero sin una queja. Nuestra abuela había muerto en la misma casa. Unos días antes del fin, nos llamo a todos y nos dijo: "Soy una mujer muy vieja, que está muriéndose muy despacio. Que nadie se alborote por una cosa tan común y corriente."Norah, tu hermana, se casó y tiene dos hijos. A propósito, ¿en casa como están?
-Bien. Padre siempre con sus bromas contra la fe. Anoche dijo que Jesús era como los gauchos, que no quieren comprometerse, y que por eso predicaba en parábolas.
Vaciló y me dijo:
-¿Y usted?
No sé la cifra de los libros que escribirás, pero sé que son demasiados. Escribirás poesías que te darán un agrado no compartido y cuentos de índole fantástica. Darás clases como tu padre y como tantos otros de nuestra sangre. Me agradó que nada me preguntara sobre el fracaso o éxito de los libros.
Cambié. Cambié de tono y proseguí:
-En lo que se refiere a la historia... Hubo otra guerra, casi entre los mismos antagonistas. Francia no tardó en capitular; Inglaterra y América libraron contra un dictador alemán, que se llamaba Hitler, la cíclica batalla de Waterllo. Buenos Aires, hacía mil novecientos cuarenta y seis, engendró otro Rosas, bastante parecido a nuestro pariente. El cincuenta y cinco, la provincia de Córdoba nos salvó, como antes Entre Ríos. Ahora, las cosas andan mal. Rusia está apoderándose del planeta; América, trabada por la superstición de la democracia, no se resuelve a ser un imperio. Cada día que pasa nuestro país es más provinciano. Más provinciano y más engreído, como si cerrara los ojos. No me sorprendería que la enseñanza del latín fuera reemplazada por la del guaraní.
Noté que apenas me prestaba atención. El miedo elemental de lo imposible y sin embargo cierto lo amilanaba. Yo, que no he sido padre, sentí por ese pobre muchacho, más íntimo que un hijo de mi carne, una oleada de amor. Vi que apretaba entre las manos un libro. Le pregunté qué era.
-Los poseídos o, según creo, Los demonios de Fyodor Dostoievski -me replicó no sin vanidad.
-Se me ha desdibujado. ¿Que tal es?
No bien lo dije, sentí que la pregunta era una blasfemia.
-El maestro ruso -dictaminó- ha penetrado más que nadie en los laberintos del alma eslava.
Esa tentativa retórica me pareció una prueba de que se había serenado.
Le pregunté qué otros volúmenes del maestro había recorrido.
Enumeró dos o tres, entre ellos El doble.
Le pregunté si al leerlos distinguía bien los personajes, como en el caso de Joseph Conrad, y si pensaba proseguir el examen de la obra completa.
-La verdad es que no -me respondió con cierta sorpresa.
Le pregunté qué estaba escribiendo y me dijo que preparaba un libro de versos que se titularía Los himnos rojos. También había pensado en Los ritmos rojos.
-¿Por qué no? -le dije-. Podés alegar buenos antecedentes. El verso azul de Rubén Darío y la canción gris de Verlaine.
Sin hacerme caso, me aclaró que su libro cantaría la fraternidad de todos lo hombres. El poeta de nuestro tiempo no puede dar la espalda a su época. Me quedé pensando y le pregunté si verdaderamente se sentía hermano de todos. Por ejemplo, de todos los empresarios de pompas fúnebres, de todos los carteros, de todos buzos, de todos los que viven en la acera de los números pares, de todos los afónicos, etcétera. Me dijo que su libro se refería a la gran masa de los oprimidos y parias.
-Tu masa de oprimidos y de parias -le contesté- no es más que una abstracción. Sólo los individuos existen, si es que existe alguien. El hombre de ayer no es el hombre de hoy sentencio algún griego. Nosotros dos, en este banco de Ginebra o de Cambridge, somos tal vez la prueba.
Salvo en las severas páginas de la Historia, los hechos memorables prescinden de frases memorables. Un hombre a punto de morir quiere acordarse de un grabado entrevisto en la infancia; los soldados que están por entrar en la batalla hablan del barro o del sargento. Nuestra situación era única y, francamente, no estábamos preparados. Hablamos, fatalmente, de letras; temo no haber dicho otras cosas que las que suelo decir a los periodistas. Mi alter ego creía en la invención o descubrimiento de metáforas nuevas; yo en las que corresponden a afinidades íntimas y notorias y que nuestra imaginación ya ha aceptado. La vejez de los hombres y el ocaso, los sueños y la vida, el correr del tiempo y del agua. Le expuse esta opinión, que expondría en un libro años después.
Casi no me escuchaba. De pronto dijo:
-Si usted ha sido yo, ¿cómo explicar que haya olvidado su encuentro con un señor de edad que en 1918 le dijo que él también era Borges?
No había pensado en esa dificultad. Le respondí sin convicción:
-Tal vez el hecho fue tan extraño que traté de olvidarlo.
Aventuró una tímida pregunta:
-¿Cómo anda su memoria?
Comprendí que para un muchacho que no había cumplido veinte años; un hombre de más de setenta era casi un muerto. Le contesté:
-Suele parecerse al olvido, pero todavía encuentra lo que le encargan.
Estudio anglosajón y no soy el último de la clase.
Nuestra conversación ya había durado demasiado para ser la de un sueño.
Una brusca idea se me ocurrió.
-Yo te puedo probar inmediatamente -le dije- que no estás soñando conmigo.
Oí bien este verso, que no has leído nunca, que yo recuerde.
Lentamente entoné la famosa línea:
L'hydre - univers tordant son corps écaillé d'astres. Sentí su casi temeroso estupor. Lo repitió en voz baja, saboreando cada resplandeciente palabra.
-Es verdad -balbuceó-. Yo no podré nunca escribir una línea como ésa.
Hugo nos había unido.
Antes, él había repetido con fervor, ahora lo recuerdo, aquella breve pieza en que Walt Whitman rememora una compartida noche ante el mar, en que fue realmente feliz.
-Si Whitman la ha cantado -observé- es porque la deseaba y no sucedió. El poema gana si adivinamos que es la manifestación de un anhelo, no la historia de un hecho.
Se quedó mirándome.
-Usted no lo conoce -exclamó-. Whitman es capaz de mentir.
Medio siglo no pasa en vano. Bajo nuestra conversación de personas de miscelánea lectura y gustos diversos, comprendí que no podíamos entendernos.
Eramos demasiado distintos y demasiado parecidos. No podíamos engañarnos, lo cual hace difícil el dialogo. Cada uno de los dos era el remendo cricaturesco del otro. La situación era harto anormal para durar mucho más tiempo. Aconsejar o discutir era inútil, porque su inevitable destino era ser el que soy.
De pronto recordé una fantasía de Coleridge. Alguien sueña que cruza el paraíso y le dan como prueba una flor. Al despertarse, ahí está la flor. Se me ocurrió un artificio análogo.
-Oí -le dije-, ¿tenés algún dinero?
-Sí - me replicó-. Tengo unos veinte francos. Esta noche lo convidé a Simón Jichlinski en el Crocodile.
-Dile a Simón que ejercerá la medicina en Carouge, y que hará mucho bien... ahora, me das una de tus monedas.
Sacó tres escudos de plata y unas piezas menores. Sin comprender me ofreció uno de los primeros.
Yo le tendí uno de esos imprudentes billetes americanos que tienen muy diverso valor y el mismo tamaño. Lo examinó con avidez.
-No puede ser -gritó-. Lleva la fecha de mil novecientos sesenta y cuatro. (Meses después alguien me dijo que los billetes de banco no llevan fecha.)
-Todo esto es un milagro -alcanzó a decir- y lo milagroso da miedo. Quienes fueron testigos de la resurrección de Lázaro habrán quedado horrorizados. No hemos cambiado nada, pensé. Siempre las referencias librescas.
Hizo pedazos el billete y guardó la moneda.
Yo resolví tirarla al río. El arco del escudo de plata perdiéndose en el río de plata hubiera conferido a mi historia una imagen vívida, pero la suerte no lo quiso.
Respondí que lo sobrenatural, si ocurre dos veces, deja de ser aterrador. Le propuse que nos viéramos al día siguiente, en ese mismo banco que está en dos tiempos y en dos sitios.
Asintió en el acto y me dijo, sin mirar el reloj, que se le había hecho tarde. Los dos mentíamos y cada cual sabía que su interlocutor estaba mintiendo. Le dije que iban a venir a buscarme.
-¿A buscarlo? -me interrogó.
-Sí. Cuando alcances mi edad habrás perdido casi por completo la vista.
Verás el color amarillo y sombras y luces. No te preocupes. La ceguera gradual no es una cosa trágica. Es como un lento atardecer de verano. Nos despedimos sin habernos tocado. Al día siguiente no fui. EL otro tampoco habrá ido.
He cavilado mucho sobre este encuentro, que no he contado a nadie. Creo haber descubierto la clave. El encuentro fue real, pero el otro conversó conmigo en un sueño y fue así que pudo olvidarme; yo conversé con él en la vigilia y todavía me atormenta el encuentro.
El otro me soñó, pero no me soñó rigurosamente. Soñó, ahora lo entiendo, la imposible fecha en el dólar.
www.lamaquinadeltiempo.com.ar

CANCION DE OTOÑO

Los sollozos más hondos
del violín de otoño
son iguales
que una herida en el alma
de congojas extrañas
sin final.

Tembloroso recuerdo
esta huida del tiempo
que se fue.
Evocando el pasado
y los días lejanos
lloraré.

Este viento se lleva
el ayer de tinieblas
que pasó
una mala borrasca
que levanta hojarasca
como yo.

VERLAINE,Paul _1844-1816 Poeta simbolista Francés

PROSAS PROFANAS -Palabras Preliminares

"Si hay poesía en nuestra América ella está en las cosas viejas, en Palenke y Utullán,en el indio legendario, y en el inca sensual fino,en el gran Moctezuma de la silla de oro.

Lo demás es tuyo demócrata Walt Whitman.
Inició el Modernismo en América con su libro AZUL.

Rubén Darío_Nicaraguense 1867-1916

martes, 20 de octubre de 2009

La Rosa Púrpura de El Cairo (1988) - Woody Allen

Cecilia (Mía Farrow) concurre al cine a disfrutar la citada película. En un momento el personaje Tom(jeff Daniels) desafiando el órden lógico del esqueleto narrativo, sale de la pantalla y actor real y personaje se acercan a la espectadora para vivir una relación amorosa,relativizando toda verosimilitud a la manera de una fantasía .Entre la impotencia y la imposibilidad de alcanzar sueños.

¡Somos muchas Cecilia!

lunes, 19 de octubre de 2009

Costumbres sintácticas de Toulet

Las contrarimas (1921) anexo n) de Pierre Menard autor del Quijote

opera fisuras elípticas, irónicas y argóticas. Su sintaxis es sinuosa,refinada,visión melancólica descreída,indolente provocativa.

"La idea de Pierre Menard,reescribiendo el mismo texto cuyo significado va cambiando el tiempo y la historia.Se vuelve otro. Eso es la escencia de la interpretación psicoanalítica. J.A.Miller
El significado es lo más frágil del lenguaje.Menard roba todo el Quijote para darle un nuevo sentido.Piglia afirma "se lee siempre desde una tradición cultural". Muerte del autor como señala Barthes.
"La carrera literaria más difícil es la del lector" Macedonio Fernandez

Ya no habría autor ni sujeto, el libro se colectiviza y pasa a ser una medida de pertenencia a una lengua, un dialecto, un grupo Derrida los llama "dispositivos colectivos de enunciación"
En Tlon dice Borges "un libro que no encierra un contralibro es considerado incompleto"
No existe una verdad sino varias y contradictoriasn. Va negando las certezas de Cervantes construyendo el contratexto de las incertidumbres modernas.

Menard sería un precursor de Cervantes. Quisiera agregar,como lectora de Borges,que siempre anduve en la búsqueda de sus Enciclopedias falsas,sus plagios caí en su juego permanentemente."Ycreo que todo texo es la escritura de una lectura". Es por ello que adhiero a la teoría de que Menard existió.Perdón a los literatos y especialistas en el tema. Aquí como en todo el blog apenas balbuceo.Me encantaría recibir comentarios de especialistas para enriquecerme como lectora. Gracias
http://www.eol.org.ar/

Referencia: http://www.eol.org.ar/ REVISTA CHILENA de Literatura Versión On-Line 2005.

Mario Rodriguez Fernandez, citado por buscador Google.

Attala Daniel, "Macedonio Fernandez, Lector del Quijote", Con referencia constante a J.L. Borges. Buenos Aires, Editorial Paradiso, 2009.

viernes, 16 de octubre de 2009

LULL Y ARS MAGNA

Llull y el Ars Magna archivo F) De Pierre Menard autor del Quijote


Ramón LLull- 1232_1315 franciscano,poeta, filósofo, teólogo, misionero.
La máquina



Uno de los propósitos principales de la actividad literaria de Llull fue señalar los errores de los racionalistas como Averroes y mostrar la verdad según la entendían los cristianos de una manera tan clara y meridiana que incluso los musulmanes más fanáticos consiguieran apreciarla sin posibilidad de error.



Así pues, Llull se dedicó a diseñar y construir una máquina lógica. De naturaleza mecánica, en ella las teorías, los sujetos y los predicados teológicos estaban organizados en figuras geométricas de las consideradas "perfectas" (por ejemplo círculos, cuadrados y triángulos). Al operar unos diales y palancas, girando manivelas y dando vueltas a un volante, las proposiciones y tesis se movían a lo largo de unas guías y se detenían frente a la postura positiva (certeza) o negativa (error) según correspondiese. Según Llull, la máquina podía probar por sí misma la verdad o mentira de un postulado.
El religioso bautizó a su instrumento con el nombre de Ars Generalis Ultima ("Última arte general") o Ars Magna ("Gran arte"), aunque hoy se la conoce a veces como Ars Magna et Ultima. El ingenio fue tan importante para él que dedicó la mayor parte de su ingente obra a describirlo y explicarlo. La realidad teórica subyacente en aquel artefacto era una fusión o identificación de la teología con la filosofía, orientada a explicar las verdades de ambas ciencias como si fueran una. Era, por lo tanto, el nacimiento de la teosofía.
[editar] El razonamiento

Ars magna, de Ramon Llull.
Los estudiosos cristianos del siglo XIII celebraron el hallazgo de Lulio, a pesar de que pronto detectaron los problemas del razonamiento luliano. Si bien es cierto que normalmente ambas ciencias están de acuerdo —porque lo que es cierto en filosofía no puede ser falso para el teólogo— ambas llegan a la verdad por caminos diversos: la teología se apoya en la razón y la revelación divina, mientras que el filósofo está solo frente al problema, provisto únicamente de su propia razón. Los árabes fueron un paso más allá: criticaban a la Ars Magna expresando que, según ellos, lo que es falso en filosofía perfectamente puede ser verdadero en teología, porque nada es imposible para Dios y Él muy bien puede pasar por encima de las limitaciones de la ciencia. Este concepto se conoce como "Verdad de Doble Nivel".
En su afán de refutar a los musulmanes, Lulio exageró el concepto en el sentido opuesto: opinó que la doble verdad era imposible puesto que la teología y la filosofía eran en verdad la misma cosa. Equiparaba de este modo e identificaba a la fe con la razón. El descreído no era capaz de razonar, y el hombre de fe aplicaba una razón perfecta. De este modo creyó haber resuelto, gracias a las pruebas de significados lógicos y por supuesto a su mecanismo, una de las más grandes controversias de la historia del conocimiento.
El problema de estos postulados era que arrasaban con la diferencia entre las verdades naturales y sobrenaturales. Como Llull era esencialmente un filósofo místico, para él la razón no puede vérselas con las verdades más altas; para ello, es preciso en toda circunstancia echar mano de la fe. De esta manera, afirmaba que la fe iluminaba a la razón, por ejemplo, para desentrañar el misterio de la Santísima Trinidad: hay un solo Dios verdadero representado en tres personas, que a pesar de todo no son ni pueden ser tres dioses. Creyó, mediante mecanismos similares, poder llegar a probar el motivo de todos los misterios y las razones de todos los artículos de fe.
Si la razón exige a la fe que la auxilie, también la segunda necesita de la primera, porque la fe por sí misma podía conducir a error. Llull creía que el hombre dotado de fe pero no de raciocinio era como un ciego: puede encontrar ciertas cosas al tacto, pero no todas ni todas las veces.
[editar] Las consecuencias
La técnica luliana fue difundida en España por sus seguidores —los lulianos—, que las enseñaron desde sus cátedras en diversas universidades como las de Barcelona y Valencia.
Pero la jerarquía católica no vio con buenos ojos la difusión de esta doctrina, porque al punto comprendió el peligro de disolver la diferencia entre una verdad natural y otra sobrenatural.
Dos papas condenaron formalmente al lulianismo: Gregorio IX en 1736 y Pablo IV más tarde. Como consecuencia de ello, el beato nunca fue canonizado, aunque el proceso se ha reactivado recientemente.

PIERRE MENARD

1606_1701-fue un letrado francés.

Borges nos cuenta que en el apartado l) un prefacio al catálogo de la exposición de litografías de Carolus Hourcade (Nimes, 1914).No es una imitación de Don Quijote, tampoco una copia,era una obra propia.Hay relaciones entre la identidad de una obra y la época,el lugar. La identificación de su tema y estilo no se puede llevar a cabo en una completa abstracción histórica.

miércoles, 14 de octubre de 2009

FRANCISCO DE QUEVEDO


Quevedo 1580- 1645 AGUJA PARA NAVEGAR CULTOS
La aguja de navegar cultos con la receta para hacer soledades en un día de 1631. Satírica
embestida contra los poetas que usan el lenguaje Gongoriano o culterano.

Quien quisiera ser culto en un solo día
La jeri aprenderá gonza siguiente:
fulgores arrogar jóven presidente
candor construye métrica armónica;

por mucho, si no purpuracía
neutralidad conculco;erige mente,
pulso,estento,librar adolescente,
señas, traslada, pira frustra arpía;

cede, impide cisura petulante
palestra, libia, meta, argento alterna,
si bien disuelve émulo canoro.

Use mucho de líquido y de errante,
su poco de nocturno y de caverna,
anden listos livor, adunco y poro,

Que ya toda Castills,
con solo esta cartilla
se abrasa de poetas babilosos,
escribiendo sonetos con fusiones;
y en la Mancha, pastores y gañasos,
atestadas de ajos las barrigas,
hacen ya cultedades como migas.

Quiero quedar bien con Quevedo. Puede darse cuenta ¡

viernes, 9 de octubre de 2009

Match Point (2005) - Woody Allen

Un Irlandes aceptado en una familia de la alta burguesia londinense, con motivo de su aficion por la Opera.

TORRE MARTELLO
Lugar donde vivian Esteban Dedalus, Buck Mulligan y Haines.
¿Ya leiste el Ulises de Joyces?. ¡Esta es tu oportunidad! http://www.joseazorrilla.es/ http://www.cica.es/ Inmaculada Murcia Serrano,"Dimensiones Postmodernas de Ulises de James Joyce Crisis de Identidad y Estética del Caos"
En el Ulises se conocen miles de situaciones pero no se conocen los personajes como pueden conocerse los de Conrad, Dostoievsky y otros.
"Borges y Joyce, 50 años despues" Publicado en la revista Proa, en "TEXTOS RECOBRADOS (1956-1986)"

jueves, 8 de octubre de 2009

PROPUESTAS PARA LEER EL ULISES DE JOYCE

PERSONAJE PRINCIPAL
- su historia familiar
- donde vive, con quienes
- que hace
- que cosas le gustan
- que cosas no le gustan
- que le sucede?

Organizador para la descripción del personaje principal de los tres primeros capítulos de la Primera Parte: Esteban Dedalus.Luego aplicar este esquema al personaje Leopoldo Bloom, que hace su aparición en la segunda parte. Allí se encuentran.

Sería interesante que extrajeras las expresiones en otras lenguas.

Informarte acerca de las Mabinogion, de los poemas de Ossian.

Investigar sobre la lengua celta.

Te animas a transformarte en un "personaje" y desde adentro contar la acción?

Cambiar su "no se de personajes" por un ser en el mundo? Cómo te imaginas a Esteban en Buenos Aires?
Lectura de la obra en las en pantallas en
dos idiomas mediante el Buscador Google.

Utilizar tesauros.
Utilizar el revisor de gramática, y
el revisor ortográfico.
Utilizar por Google todos los sitios PDF que hablan de la obra.
Leer los resúmenes y traducciones que ofrece el Buscador de Google.
Nuevos universos de ficción, emergen con las tecnologías digitales.

Lo importante es gestionar la información para transformarla.

El desarrollo de las Tecnologías de la informacion y de la comunicación TIC han modificado sustancialmente las formas de interacción con la lengua escrita.

Tambien en el uso del chat, donde se dan simultáneamente la oralidad y la escritura.

REFERENCIAS
Azinian,Herminia "Las tecnologías de la información y la comunicación en las prácticas pedagógicas"Manual para organizar proyectos" Buenos Aires Ediciones Novedades Educativas 2009.
www.puntoseguido.com
Buscador Google

miércoles, 7 de octubre de 2009

INVOCACION A JOYCE

Dispersos en dispersas capitales,
solitarios y muchos,
Jugábamos a ser el primer Adán
que dio nombre a las cosas.
Por los vastos declives de la noche
que lindan con la aurora,
buscamos(lo recuerdo aun)las palabras
de la luna,de la muerte,de la mañana
y de los otros hábitos del hombre.
Fuimos el imagismo,el cubismo,
los conventículos y sectas
que las crédulas universidades veneran.
Inventamos la falta de puntuación,
la omisión de mayúsculas,
las estrofas en forma de paloma
de los bibliotecarios de Alejandría.
Ceniza,la labor de nuestras manos
y un fuego ardiente nuestra fe.
Tú,mientras tanto,forjabas
en las ciudades del destierro,
en aquel destierro que fue
tu aborrecido y elegido instrumento,
el arma de tu arte,
erigías tus arduos laberintos,
infinitesimales e infinitos,
admirablemente mezquinos,
más populosos que la historia.
Habremos muerto sin haber divisado
la biforme fiera o la rosa
que son el centro de tu dédalo,
pero la memoria tiene sus talismanes,
sus ecos de Virgilio,
y así en las calles de la noche perduran
tus infiernos espléndidos,
tantas cadencias y metáforas tuyas,
los oros de tu sombra.
Que importa nuestra cobardía si hay en la tierra
un solo hombre valiente,
qué importa la tristeza si hubo en el tiempo
alguien que se dijo feliz,
qué importa mi perdida generación,
ese vago espejo,
si tus libros la justifican.
Yo soy los otros.Yo soy todos aquellos
que ha rescatado tu obstinado rigor.
Soy los que no conoces y los que salvas.

Borges,Jorge Luis "Elogio de la Sombra" 1969

viernes, 2 de octubre de 2009